Traslúcido

2007

Museo Casa Taller José Clemente Orozco, Guadalajara, Méx.
Crédito fotográfico Francisco Ugarte.

Texto para la exposición-
Si la palabra virtual no fuera ya un lugar común en estos tiempos, podríamos decir que uno de los rasgos peculiares de la obra de Francisco Ugarte es su interés por crear espacios virtuales a través de un largo y dilatado ejercicio de reflexión, (casi pudiera hablarse de cálculo) cuya ecuación plástica es la relación entre la percepción y el contexto.

Esta acción reflexiva de Ugarte se expresa en un doble movimiento paradójico: la distancia y frialdad aparente de sus trabajos, contrasta con el tono emotivo que a continuación puede causar en el espectador.

En efecto, la observación neutra, libre de subjetivismo, casi impersonal, en la que el espacio es escudriñado con cautelosa distancia, nos devuelve, sin embargo, una imagen reflejada de los objetos en que las formas adquieren una nueva dimensión animada de un discreto matiz emocional.

La distancia severa, rigurosa, impasible, diríase inexpresiva, que caracteriza sus trabajos, se torna de pronto en su contratio: una invitación para observar los objetos, (o su representación virtual), directamente, desde sus propios términos emocionales, que parecen estar ahí, latentes y recónditos, esperando que el espectador les otorgue su espacio, su atención y su tiempo.

La sensibilidad visual de la que hace gala este artista, tiene su base en un cálculo meditado de las posibilidades de un espacio concreto. Quizá como producto de su formación arquitectónica, en Ugarte puede advertirse una obseción por la forma, céñida la más de veces a cuadrados y cubos, así como una preocupación por la perspectiva, representada en algunos de sus trabajos como la reproducción del lugar que contiene la pieza, con maquetas de ese mismo sitio en proporciones reducidas.

Otras constantes en su obra son la reflexión sobre el espacio dentro del espacio, sobre alteridad del objeto proporcionada por el espacio negativo y, sobre todo, su fascinación por utilizar o represental la dinámica azarosa, incierta y fortuita de la luz, lo que puede resultar en cambios de color, de atmósfera y de percepción, elementos que el artista nos invita a compartir con una elemental disposición de perplejidad y asombro.

Sus trabajos son una traducción de efectos ópticos y lumínicos al espacio plástico. Los objetos aparecen o cambian envueltos en el reflejo que producen en el ambiente, en una atmósfera al principio distante pero que, poco a poco, va adquiriendo las connotaciones de una experiencia espirítual. Hay una tensión entre el objeto y su reflejo, y por tanto, una pregunta sin respuesta sobre la naturaleza (virtual) del objeto (in)existente. Sus piezas forman parte del contexto en una suerte de correspondencias entre objeto y ambiente; necesitan que el contexto les responda, por ello, requieren de un entorno limpio, neutro, puesto a tono.

Las dos piezas que presenta en Traslúcido responden a estas premisas. En primera, en una especie de cubo blanco el artista cierra con cristales el acceso a las dos áreas principales del estudio de Orozco e introduce unos potentes reflectores para iluminar este espacio. Con ello, a la vez que separa al observador de la obra, lo obliga buscar una disposición especial para presenciar el elemental, sútil y esencial espectáculo de ver la luz. La segunda pieza es un video en el que el artista documenta la desaparición visual de un poste que poco a poco es envuelto por el paso lentísimo de la neblina matinal en un escenario campestre.

Como el resto de su obra, en estas dos piezas podemos atestigual esa suerte de ejercicio visual zen de Francisco Ugarte en el que los objetos fríos, al principio distantes, parecen reacomodarse ante nuestros ojos para, acto seguido, integrarse armoniosamente a una realidad encantada, puesta ahí desde siempre, pero invisible.

Baudelio Lara.