Chance Meeting
Galería Curro y Poncho, Guadalajara, Méx.
Crédito fotográfico Carlos Díaz Corona.
Texto para la exposición-
Chance Meeting
Enero 2010
Las austeras obras de Francisco Ugarte, en su mayoría cargadas de silencio y quietud, debieran ser tomadas como ejercicios de reflexión, como una investigación acerca de las potencialidades de los lugares y la capacidad del espectador para percibir los fenómenos y la fragilidad de su permanencia. No hay que confundir la reflexión de Ugarte con mera contemplación, sino entenderla en el sentido en que la entendía Merleau-Ponty, como un ejercicio violento. Para sus obras, Francisco Ugarte toma prestada la idea del “espacio arquitectónico” en su sentido más amplio: el de lugar, sitio. Después, a través de un intenso y meticuloso trabajo de percepción, lo despoja de envolventes o volúmenes y deja al espacio en estado puro, convirtiéndolo en luz, sombras, reflejos. Sin embargo, el proceso de Ugarte para acercarse a su idea de lugar, no es puramente fenomenológico. Aunque retoma el clásico método husserliano -que propone suspender momentáneamente el juicio para acercarnos, a través de la intuición, a las esencias de las cosas-, Ugarte se desvía y abandona la contemplación pasiva, para empezar un proceso de creación en donde el objetivo es hacernos ver nuevas situaciones, descubrir distintas posibilidades de los mismos lugares. Su trabajo no busca sólo las esencias, sino que trata de transformar. Sus materiales regulares de trabajo -como la luz solar, las sombras de la vegetación, diversos materiales productores de luz o reflejos, como cristales, proyectores o espejos- buscan agregar propiedades o variaciones al sitio, creando nuevos reflejos, sutiles cambios de luz, nuevos recorridos o incluso creando reproducciones nostálgicas de lugares cercanos. Acciones encaminadas a transformar nuestra percepción o la esencia de los lugares.
El trabajo reciente de Ugarte se ha ido alejando paulatinamente de sus evidentes predecesores del Light Art –como Turell, Flavin o Irwin-, y para esta exposición Ugarte propone el título de Chance Meeting, que remite a un encuentro fortuito y adelanta la intención del artista de provocar puntos de contacto. En esta ocasión Ugarte se contiene en los límites físicos de la galería y propone diferentes
obras que, mediante la sobre posición (aparentemente azarosa) entre diferentes materiales y superficies, y con ayuda de la luz, no crean, sino que sugieren espacios. El primer grupo de obras se basa en la creación de siluetas bidimensionales a través del contacto entre distintas películas o membranas, que evocan diferentes skylines de una ciudad inexistente. En otro lugar de la sala utiliza distintas variedades de cristal, con sus distintas opacidades y reflejos, para crear dos obras, una que marca una esquina (la única obra de sitio específico en la muestra) y un híbrido entre escultura y arquitectura, que aparenta ser un ready- made encontrado en una tienda de cristales. Una serie de proyecciones de diapositivas intervenidas, muestran distintas figuras geométricas. Herederas del suprematismo ruso de principios de siglo, más que buscar sensaciones puras como aquellos, lo que intentan estas proyecciones de Ugarte es crear “zonas de contacto”, momentos de coincidencia efímeros, que remiten más a planos arquitectónicos que a algún tipo de abstracción. En este sentido, Ugarte se aleja de Malevich y se acerca más al Heidegger de El arte y el espacio, cuando éste se pregunta si “el cuerpo plástico corporeiza algo. ¿Corporeiza el espacio? ¿Es la plástica una posesión del espacio, un contenedor el espacio?”.
Cuando experimentamos un sitio, experimentamos la relación de uno mismo con lo otro, con lo que está afuera de nosotros, los puntos de contactos entre fenómenos, experiencias y nuestro interior. Dice William Carlos Williams que “el lugar es el verdadero corazón de lo universal”. Entender las características propias de un lugar nos lleva a entender nuestra propia identidad, nuestro propio espacio mental. Ugarte nos propone lugares anónimos, no-lugares, que buscan encontrar su identidad por medio del contacto con el “otro”, en su lógica particular de convivencia y de interacción.
Jorge Méndez Blake.